SOBRE LA CEGUERA
- Javier Figuero
- 17 may 2016
- 1 Min. de lectura
Guardo una fotografía con Borges, uno de los pocos recuerdos gráficos que arrastro en el tiempo, aunque evocó muchos otros con agrado. La tomó con su cámara Maria Kodama y es un primerísimo plano en que nuestros perfiles se acercan por los laterales hasta casi juntarse. Yo tengo la vista puesta en el genio y el la tiene perdida en una bella solución de ciego. Le había conocido el día anterior en un acto de TVE, a cuya sede marchaba entre su compañera y un productor de la casa, que vio el cielo al encontrarme y que me dejó su brazo sobre el mío para que progresará en la labor de Lazarillo. El silencio lo rompió el poeta, luego de unos minutos de respeto. "Soy escritor, sabe usted?", me dijo, porque algo había que decir. A lo que contesté: "... y yo que imaginaba el paraíso entre los muros de una biblioteca...". "Creo que esos versos son míos", respondió...

Recientemente he sufrido una operación ocular y, durante unas semanas, se me ha prohibido leer. Sin ánimo de enfatizar, me preguntó si, encelado ya en la costumbre, merece la pena vivir sin leer. Y llego a la conclusión de que fuera de la biblioteca hace mucho frío, al menos lejos de María Kodama que para entonces leía por Borges. Por la temperatura de dentro me pregunto también de tiempo en tiempo. Pero eso no viene al caso
© Javier Figuero
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