¿POR QUÉ ME ABANDONASTE?
- Javier Figuero
- 17 nov 2017
- 3 Min. de lectura
Al margen de su valor literario, la publicación de las cartas de Albert Camus a María Casares en la editorial francesa Gallimard suponen un especial motivo de alegría para mí como estudioso del escritor (ensayo en castellano, Planeta, y francés, Autres Temps), coautor de la biografía de la actriz (edición francesa, Fayard) y autor de la obra de teatro La extranjera, en torno a la actriz (en castellano, Amazon).
María Casares y Albert Camus se conocieron el 19 marzo de 1944 en París en casa de Michel Leiris donde se escenificó Le désir atrappé par la queue, pieza de Picasso, con presencia también de Sartre y Beauvoir, entre otras glorias. Enseguida, él la incluyó en el reparto de Le Malentendu y el amor entre ambos se mezcló con la época. Para evitar su detención, en el curso de una redada se tragó ella la maqueta del periódico Combat con la cruz de Lorena, símbolo de la contestación gaullista, del que Camus era redactor jefe. La noche del 6 de junio de 1944, mientras los aliados desembarcaban en Normandía, hicieron el amor por primera vez en el estudio de André Gide. En los días finales de la ocupación nazi y ante la inminente llegada desde Orán de Francine, esposa de Camus, este propuso a María marchar juntos a Méjico. En Verdelot, donde se protegía de la Gestapo, le escribió una carta, que se nos impidió referenciar en la biografía de la española, gloria del teatro francés. Vivía allí en una “repugnante infelicidad” porque ella no entendió “con qué fiebre, qué exigencia y qué locura” la quería. La actriz había decidido no inmiscuirse en la vida del matrimonio. Él preguntaba: “Oh, ¿por qué me abandonaste?.. ¿Por qué no entendiste?..”.
El 6 de junio de 1948, aniversario del desembarco aliado en Francia, María y Albert se cruzaron en el boulevard Saint-Germain y ya no dejarían de amarse. En adelante sin ataduras, pero sin merma de pasión, amistad y ternura. Él tenía ahora dos hijos con su mujer y viviría numerosos amores, pero reconocería en ella a “la única”, como hiciera Liszt con Cosima Wagner. Los de la actriz no lo serían menos, pero nunca querría como le quiso a él. La relación entre ambos fue de dominio público.
Tras pasar el fin de año en familia en su casa de Lourmarin y luego de dejar a la esposa y los hijos en el tren, el 4 de enero de 1960, el vehículo conducido por el amigo Michel Gallimard se estrelló contra un árbol en el regreso a París. Camus murió en el acto. Sin ser vista, la española asistiría de lejos al entierro en aquella ciudad de la Provence. Pidió a una amiga que cogiera para ella un puñado de tierra que le cubriría, y así lo hizo esta.
Antes, Nobel de Literatura ya, Camus había entregado a María la correspondencia entre ambos porque, si alguna vez lo necesitara, sería una fuente de ingresos para ella. Sin embargo, amparándose en la ley francesa, la viuda impidió que ella utilizara en 1979 extractos de cuatro misivas para su libro Résidente Privilégiée. La veía causa del desequilibrio mental que padeció en los últimos años.
Muerta Francine, la hija, Catherine Camus, cercó materialmente a Casares a partir de enero de 1982 haciéndole llegar, entre otras cosas, ciertas entradas mecanografiadas de lo que pudiera ser un diario de trabajo del padre para Le premier homme, de publicación póstuma, donde era evidente la referencia a la amante. Las dos mujeres se conocieron personalmente e iniciaron una relación de aparente amistad, cuya continuidad no puedo asegurar a partir de que la francesa consiguiera que la española le vendiera las cartas del padre. Aunque no se reveló la cifra, la heredera de María nos aseguró que fue un millón de francos (unos ciento cincuenta y tres mil euros de hoy). Personas de su entorno no acaban de entender que transformara en dinero el testimonio del gran amor de su vida, pero para entonces la actriz se sentía agobiada económicamente por razones que no vienen al caso. Sin duda, podría haber elevado en mucho la cifra.
Durante años, Catherine Camus se ha negado a publicar la correspondencia, argumentando en privado con la impresión que pudiera causarle al hermano, con problemas de depresión, el reconocimiento familiar a la relación del padre con María Casares. Sin duda, ha llegado el momento. Todo parece indicar que será el último “pelotazo” editorial de los herederos del Nobel. Las migajas de lo inédito se han agotado.
© Javier Figuero
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