DE LA LAICIDAD
- Javier Figuero
- 23 may 2016
- 1 Min. de lectura
De pequeño me daban miedo las imágenes de los Papas. Algunas parecían "robadas" y en ellas se veía al personaje tras los visillos de una ventana de Castelgandolfo o del Vaticano. Seres irreales ("representantes de Dios en la tierra") que estaban a mitad de camino de ambos.
El "papamovil" ha hecho mucho daño al prestigio de los papas, les acerca a los terrícolas. Al actual se le ha visto cabreado, recibiendo premios (Carlomagno), concediendo entrevistas, aceptando que se le llamara por su nombre de pila en audiencia oficial (la ex presidenta de Argentina), manifestando preferencia por un club de fútbol... Demasiado terrícola. Y es un juicio de agnóstico.

La última de sus entrevistas la ha concedido a La Croix, periódico francés de larga tradición católica. Más que a la cristiandad, el Papa se dirige ahí a los representantes del Estado galo con la misma impostura con que sus antepasados negociaban con el poder político, en tiempos en que ellos también lo eran.
Al Papa le parece "exagerada" la laicidad del país al que habla. O reprende, no sé. Si se que pincha en hueso. Quien conozca la realidad francesa sabe que el laicismo es seña de identidad, orgullo ya, por cierto, de los grandes colaboradores históricos de La Croix, los Claudel, Mauriac o Peguy, aun en su condición de católicos sin fisura.
La pretensión de Roma de condicionar el poder político no parece propio de estos tiempos. Y no tengo la menor duda de que la otrora "catolicisima" Francia sabrá definirle los límites. Deseo que el resto de Europa esté a la altura
© Javier Figuero
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