ÍTACA (3) DE CAMUS Y YO
- Javier Figuero
- 21 sept 2016
- 2 Min. de lectura
“Mi reino es de este mundo”, escribía Camus en los Carnets en 1936, y “fuera de él, no hay salvación”. Nacido frente al Mediterráneo, el autor buscaba, como los griegos, la convivencia Oriente/Occidente, la dualidad del mundo.
Homero fijó ese mar como espacio de la gran comunidad y por él transitaron los suyos a la búsqueda de la solución de los enigmas, abiertos por la falta de dogmas. Ítaca es metáfora de su conciencia del límite. Navegar es en La Odisea salir, y salir es retornar. Europa no puede conformarse fuera de la tradición mediterránea. Y, sin embargo, se constituye desde tiempo atrás contra las nociones de naturaleza y de belleza; de límite.
Camus proyectó la imagen de la madre, de origen español, en la naturaleza. El agua es fecundidad, el mar es símbolo de felicidad, nos lava y nos colma, y el sol es purificación. Es "le bonheur". En su tesis doctoral, con Plotino y San Agustín, dos norteafricanos de la fecundación entre las dos orillas, el escritor había hecho ya un primer acercamiento a la mediterraneidad. El cristianismo quebró el bello equilibrio antiguo entre lo humano y la naturaleza, sustituyó la contemplación del mundo por la tragedia del alma. Él abogaba por un hedonismo sensual y pagano, el que dignificaría el sincretismo helenista, pero que el cristianismo reprimió con la idea del pecado. Helenismo, no latinidad, que remplazó el genio artístico por el guerrero. El modelo de Roma, que quiso hacer del Mediterráneo el Mare Nostrum, era el imperialismo, el militarismo. El Mediterráneo era la vida, la España quijotesca, no las fatuidades de los Cesares. Su hombre ideal era el heleno, que excluyó el drama personal por la contemplación de la naturaleza.
Camus animaba a la reinterpretación del Mediterráneo . Entendía la patria como un gusto de la vida común a ciertos seres. El mar era zona cultural que, en las enseñanzas del pasado, alumbraría una civilización basada en la exaltación de la vida y la verdad. En Camus el Mediterraneo es una idea, como lo fue para el poeta René Char, su frère de soleil: Resistir en nombre de la luz, combatir por la belleza y no ceder a las sirenas del autoritarismo. Se mantendría hasta el final fidèle à la terre: "El desesperado no tiene patria", escribió. "Yo tenía el mar...".
Estoy en Ítaca, la metáfora, la patria, el centro de la mediterraneidad. Aquí tengo el mar.
© Javier Figuero
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