NO HAGAS ESE MOHÍN
- Javier Figuero
- 26 oct 2016
- 1 Min. de lectura
Tu lugar entre las piernas era el centro sísmico de mi existencia.
Lo musité en tu oído y te diste a reír, pues nadie expresa así sus
sentimientos,
y te gustan los tipos con apenas una palabra para cada cosa.
Las fumarolas que salen de mi piel cuando te hago el amor, las tratas de
sudor.
Y yo encojo los hombros y me sirvo una copa que me bebo de un
trago,
mientras me cuentas planes que tienes para el día, de casa o del
trabajo.
No llamas huracanes a las prisas que me urgen cuando me abres tu
cama
y se tensan mis músculos, como juncos esbeltos en las tardes de
estío
movidos por tu aliento, y me tumbo en tus ojos redondos que tomó por
almohada.
Al borde del placer, me susurras que somos el uno para el
otro,
hechos de una materia que no tiene principio ni tampoco
final,
que somos para siempre. Pero sabes qué es falso, que es hablar por
hablar.
Tú te mueves sin causa. Yo pasto ahora en tu hierba y paceré otros
prados
de mujeres distintas, según tiemble la tierra de un lado o de otro
lado,
y el sismógrafo advierta que llega otra existencia que tendré que
nombrar
con palabras de estreno. No hagas ese mohín, no finjas la
tristeza,
de sobra sé que es jueves, que mañana a la tarde regresa tu
marido.
© Javier Figuero
Foto: © teomoreno.com

Comments