EL NOVEDOSO ASUNTO DEL AMOR
- Javier Figuero
- 7 nov 2016
- 2 Min. de lectura
En las últimas semanas dejé aquí poemas amorosos, radicales frente a la posesión del yo lírico a la amada, "brutales" al respecto, según se calificó en comentarios. Como las valoraciones, fueron estos halagadores, lo que citó con humildad y de pasada, pues, si no es razón del texto, contrasta con ella. Publicados los poemas, mi sorpresa fue la identificación que entre ese yo lírico y el mío propio de autor hicieron buena parte de quienes los juzgaron. De ahí su padecimiento por mi, pues padecería yo, víctima de una atracción física desmedida por la amada, consecuencia al fin del entramado sentimental que me deducen. En su comentario, alguien me considera "un sufridor" y otro, presente ademas en mi vida real, teme que la nostalgia de alguna ex compañera me abrase sin remedio. Como los otros, ha decidido que la amada poética existe. Para ellos la poesía es realidad, nunca ficción o simple estética, un diario de lo privado. Frente a todos, intenté argumentar sin éxito. Con ambigüedad, pues el misterio eleva el lirismo. Pero esto no puede quedar así y utilizaré ahora argumentos de autoridad.
Padre del gran poema épico conocido, Homero no viajó a Ítaca y parece que era ciego. Referencia lírica de lo latino, en el Ars Amandi, Ovidio aconseja al poeta: "Es cuestión de fingirse enamorado y describir,/ con vivas palabras, tu herida de amor". Molière advierte al lector: "Nada temáis en asuntos de amor/ el mal nunca es tan grave como parece". Nuestros románticos lo sabían y el Espronceda que sufre por Teresa en el Canto, revela en A Jarifa que su amor es sublimación: "Yo quiero amor, quiero gloria, quiero un debate divino/ como en mi mente imaginó,/ como en el mundo no hay". Shakespeare confiesa que el amor puede mentirse: "Juré que eres blanca y te dije resplandeciente./ Tu, negra como el infierno, oscura como la noche". Nuestro Campoamor es elegante: "Al pintarte el amor que por ti siento,/ suelo mentir, pero no sé qué miento". Y Neruda mantiene: "Amo lo que no tiene sino sueños./ Tengo un jardín de flores que no existen". Acabo con Octavio Paz: "¿La vida cuándo fue de veras nuestra?/ ¿Cuándo somos de veras lo que somos?/ Bien mirado, no somos, nunca somos/ a solas sino vértigo y vacío?".
Os lo agradezco amigos. Me veis padeciendo por una mujer que no poseo, transitando el dédalo del amor insatisfecho. Pero, ¿existe esa mujer o contáis solo con mis versos para determinarla?.. Me apoyó en el Borges que transita el imperecedero dédalo de los dones: "Al errar por las lentas galerías/ suelo sentir con vago horror sagrado/ que soy el otro, el muerto, que habré dado/ los mismos pasos en los mismos días./ ¿Cuál de los dos escribe este poema/ de un yo plural y de una sola sombra?".
Decidme amigos: ¿Quién escribió esos poemas que os inquietaron. ¿Fui yo o el yo plural enmarañado en ese novedoso asunto del amor?
© Javier Figuero
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