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LA MUERTE DEL CADÁVER

Justificado por un viaje suyo a Madrid de carácter político, publiqué cierto día en un periódico nacional un artículo sobre Cohn Bendit que excitó la curiosidad de una colega en prácticas. Le sitúe con gusto sobre aquel "Dani el rojo", el rostro más visible de Mayo del 68 francés; para entonces, "Dani el verde" por su posicionamiento en la política alemana. La joven, me correspondió en posición de ataque: "Claro", dijo para justificar mi saber y su ignorancia, "es que tú eres mayista". Y yo le aclaré: "Pero no estuve en la Revolución Francesa y sé quién es Robespierre".


Las revoluciones de mi vida fueron la Francesa, la Soviética, la Cubana y Mayo del 68, por más que las cuatro me sorprendieran demasiado joven. Quizá fueron las de todos, aunque lo sean mucho más que yo, a falta de saber si el populismo busca algo más que gobernar en Washington y en ayuntamientos españoles. Las revoluciones salen cada vez más caras en el mundo globalizado y, mucho más, en los que quieren atentar contra este porque su fragilidad deja de serlo cuando se atenta contra la venta de smartphones. Bueno, y tampoco los ejemplos han sido como para tirar cohetes, dejémonos de líricas trasnochadas.


Fidel Castro muere en la cama con todos los honores y todos los poderes, aunque le dejara jugar un rato con ellos a su hermano Raúl. Su irrupción por la fuerza en la escena política cambio la vida del subcontinente americano restituyendo su dignidad, pero la que él se otorgó se le subió a la cabeza y Cuba sale rota de su experiencia. La Revolución Cubana, que encandilaría a intelectuales y políticos del mundo entero es a su desaparición un acto fallido, aunque se alargue ya por casi seis décadas. Si nada lo remedia, será Raúl el que habrá de certificar su defunción, la muerte del cadáver.


No voy a justificar aquí mis palabras, me extendería hasta el aburrimiento de quienes me hayan seguido, si no se lo he provocado ya, pero, para mí, la muerte de la Revolución Cubana aconteció el 9 de octubre de 1967, día en que mataron a Ernesto Che Guevara en Bolivia, donde trataba de extender la Revolución en que creía, como antes lo intentó en el Congo. Murió en la sierra en una emboscada, como mueren las alimañas y los idealistas que de verdad aspiran a cambiar el mundo. Fidel Castro lo ha hecho como los patriarcas. Lo que quiso ser.


Y ahora voy a guardar un minuto de silencio por el Che y que cada cual se lo guarde a sus muertos.


© Javier Figuero



Foto: Adán Pucel

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