BUSCANDO A VOLTAIRE DESESPERADAMENTE
- Javier Figuero
- 27 mar 2017
- 2 Min. de lectura
Activista por la emancipación de las mujeres musulmanas, la diputada holandesa de origen somalí Ayaan Iris Ali expresó hace unos años en Madrid la necesidad de que el Islam alumbrase su Voltaire. Asistí al acto y le oí llamar a la ilustración de un mundo oscuro, identificado por su propia religión. Desarraigado de credos, valoro aún la idea. Es más, puestos a pedir, pido que España alumbre de paso su Voltaire. Con el miedo de nuevo en el cuerpo tras el atentado de Londres, inútil ya la retórica al uso, la esperanza contra los fundamentalismos solo puede descansar en la inteligencia.
En el tiempo de mi experiencia y ante de ganar en representación, la izquierda de este país creyó atisbar en el primer Alfonso Guerra un aire volteriano que le daba su morbo. Continente, antes que contenido. Era parco a la hora de comer, como lo fue el filósofo cuando se alimentaba con leche. Y le alegraban las mujeres y la literatura, aunque nunca legase por escrito expresión digna de su dicha. No me resisto a evocar al glorioso francés cuando se dirigía en italiano a su sobrina y amante Madame Denis para glosar “il vostro gentil culo”… En fin, bastó que el entonces vicepresidente del gobierno español asumiera la interlocución ante la Conferencia Episcopal para que, aquellos que un día creyeron posible la conformación del Estado laico, comprobaran que todo fue un mal sueño y que no hay Guerra en España capaz de subordinar la Iglesia al ámbito democrático.

Aplicarse a buscar voltaires en la derecha española es trabajo hercúleo. Sí, Cospedal tiene un interesante prognatismo dieciochesco, pero, por encima de la barbilla, no veo en ella rasgo filosófico. Rajoy enseñó la patita con el accidente del helicóptero, cuando dijo que se había salvado “gracias a Dios”. Sin más amparo, los suyos le tienen por eso y él tiene a la Merkel por lo mismo, mientras Voltaire era simplemente deísta.
Buena parte de los conflictos actuales de Europa, como de España, se montan en nombre de credos totalitarios a las que sólo podría contestar la Ilustración: Los nacionalismos, los terrorismos, los monoteísmos… Frente a ellos se hace urgente alumbrar un Voltaire y, de no ser porque sigo prefiriendo “il gentil culo” que me abriga, lanzaría mi candidatura porque siempre me fascinaron las pelucas. Pero tengo puesta toda mi confianza en la juventud. El botellón es el mejor caldo de cultivo para ese lenguaje soez del que dejó prueba reciente Pablo Iglesias en el Congreso. Curado de su precoz inapetencia, Voltaire cantó en Le Mondain el valor simbólico del champagne en la vida: “J’aime le luxe et même la mollesse”, confiesa ahí el buen hombre.
© Javier Figuero
Foto: © teomoreno.com
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