SESION CONTINUA
- Javier Figuero
- 25 jun 2017
- 2 Min. de lectura
“¿Sí?”, interrogué, según mi costumbre, al descolgar el auricular… “Soy yo”, agregué enseguida a la voz que me reclamaba… “Pepita”, reveló la voz con timidez… La mujer entendió que mi silencio requería una aclaración y me la dio: Era Pepita, mi antigua compañera de colegio. “¡Por supuesto que te recuerdo!”, sinceré formal, para caer enseguida en la ironía: “Hay cosas inolvidables en la vida de un hombre… Bueno…”, titubeé, “en la vida de un niño”… “Sí, aquello fue una chiquillada”, apresuró violentada por encima incluso de su risa. "Nunca lo había sentido”, evoqué. Y aún: "Todavía recuerdo la película que vimos"… “Fui demasiado atrevida”, confesó… “No”, corregí, “tuviste muy buena mano”… “¡Tonto!”, sentenció Pepita en tono jocoso.
Nos encontramos días después, cuando ya pasaban algunas décadas sin estar el uno frente al otro. “Al comenzar el siguiente curso no te presentaste en el colegio”, recordé. “Supe que tu padre iba a trabajar a Chicago y que arrastró allí a la familia… Me hubiera gustado escribirte, pero no pude hacerme con tu dirección”… Pepita se había casado tres veces, había parido cinco hijos, era guionista de cine y en cierta ocasión estuvo nominada para un premio de la crítica de Chicago. “Estaba hecha para el séptimo arte”, dijo riendo… “Nunca te he olvidado", reflexioné yo dando lo mejor de mí mismo… “Sí, quizá aquello nuestro fue una revelación”, eludió ella todo sentimentalismo....“Sentía curiosidad por saber cómo era el sexo de un hombre”… Y, al fin, rendida a lo que quiso eludir: "Aquí estoy. Yo tampoco te olvidé"...
“¡Ha pasado la vida!..", dijo Pepita ensimismada tras una pausa… Y yo dije: “Sí”… Fracasado su último matrimonio y con los hijos ocupados en la suya, había venido a rehacerla a España, pero sabía muy bien que lo mejor de la misma quedaba atrás y que el tiempo no es recuperable… Asentí con la cabeza y, ante sus preguntas, me vi obligado a confesar que también yo acumulaba una sensación de fracaso inevitable: parejas frustradas, amores fugaces, una hija a la que quizá nunca di la atención que requería… “Éramos niños y hemos consumido las ilusiones”, dijo ella con la sabiduría que da ser guionista de cine en situaciones como aquella… Yo me limité a guardar silencio, porque no me sentí capacitado para mejorar su frase.
A estas alturas de la conversación, caminábamos por una calle cualquiera, cada uno dialogando consigo mismo, cuando tropezamos con una sala de cine. “Los de entonces eran de sesión continua”, dijo Pepita… Impelido por no sé qué resorte me acerqué a la taquilla y compré dos entradas. “Ya no quedan de esos”, dije al regresar…
“¿Tu crees?”, interrogó Pepita mientras se dejaba guiar dubitativa hacia la entrada… Y yo me encogí de hombros.
© Javier Figuero facebook.com/javier.figuero.autor/
Foto: © teomoreno.com
facebook.com/teodosio.moreno.fotografo/
Comments