MI PIRÁMIDE
- Javier Figuero
- 12 jul 2017
- 1 Min. de lectura
He pasado la tarde en un lugar extraño -como la propia palma de la mano-, un espacio cercado por lo íntimo, que es esa trampa cruel en que se enreda el trote desbocado de mi tiempo.
Sobre esta mesa en la que escribo, he leído las páginas de libros que nutrieron mis venas de su sangre y ahora peno los lapsus del recuerdo como la merma de pelo en la cabeza.
En la atmósfera cerrada que respiro configuré quimeras y exabruptos y he cazado mosquitos y alcotanes, incontables y huidizos adjetivos para tramar mis cuentos y mis versos.
En paredes y estantes, acumulo fetiches que ya solo ante mi tendrán sentido: viñetas de humoristas dedicadas, fotos de no sé qué razón o que trasunto y una calcografía de Quevedo, a quien rezo un soneto por las noches, el más cruel de los suyos, el más desarraigado, insumiso, indómito, irredento...
He pasado la tarde en un lugar extraño -como la propia palma de la mano- y me pregunto si es una habitación o es un sepulcro, donde soy faraón de mi pirámide.
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Foto: © Javier Figuero


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