CEREZAS
- Javier Figuero
- 20 jul 2017
- 1 Min. de lectura
Me llamó Beatriz para hacer el amor, pero su casa queda a 12 minutos de la mía y me excusé con educación.
Erika estaba de paso por Madrid y le haría feliz encontrarme, pero yo escuchaba la Carelia de Sibelius.
Lucía me echaba de menos, pero ya eran las 20’47 de la noche y me acababa de hacer un croque monsieur calentito.
Leí todavía un par de horas más y luego caí dormido. Desperté a las 4 de la mañana con una excitación inaplazable.
Estaba dispuesto a todo, pero las amigas que contacté me mandaron a hacer puñetas. Entonces fui al frigorífico y me puse a comer cerezas. No podía dejar de pensar en lo volubles que son las mujeres.
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