PENÉLOPE
- Javier Figuero
- 10 mar 2018
- 1 Min. de lectura
Dijiste que ibas a por tabaco y has tardado
veinte años en volver. Mas, aun con la piel reseca
por el salitre que te arrojara Poseidón,
los fulgores de Helios, y las destemplanzas de Eolo,
tu otoño brilla inasible sobre la primavera de las
jóvenes que buscan desposarme para sustituirte,
junto a mi, Odiseo, en el trono de Ítaca.
“¡Vete!”, grita algo en mi alma, mientras yazgo
sin honra al lado del viejo Laertes, mi padre,
con los cuernos en testuz, como el novio de la cabra
Amaltea, con cuya piel Atenea hace su burla.
Por la diosa, sé que te tiraste a Polifemo,
que Nausica se llamaba Manolo y Calipso
y Circe eran un capo italiano engominado
y un Borbón cojitranco, siempre a la que salta.
No más violetas blancas, bálsamo azafranado
y vinos de Chian en torno a la flauta traversa.
Los rezos a Zeus se perdieron con mis ansias
y, ahora que vuelves a mi lado, me encuentras
flácido como la hierba pálida. Convócanme
agónicas endechas, pues el amor y el odio
muerden mi uva seca con igual amargura.
¡Oh Penélope, envanecida por las leyes de género!..
© JAVIER FIGUERO
facebook.com/javier.figuero.autor/
Foto: © Adán Pucel

Kommentare