DEFINICIÓN
- Javier Figuero
- 2 oct 2018
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Más cerca, inevitablemente, del final,
lejos ya los inicios,
me enfango sin remedio entre los vicios
de este país brutal.
Ya no sé de moral
que distinga a los míos,
sus ayes o sus píos;
no sé de su razón,
mas peno su aflicción.
Lo diré sin recato:
No luche con Viriato;
lo que él mató, no mato.
Vivo mi intimidad
sin ninguna bandera,
himno, enseña, o fetiche de cera
que muestre majestad.
Por único valor, tengo la libertad.
Envidio al buen salvaje,
sin causa, sin entrega, sin ropaje
frente al agua y al sol;
sin tino, sin mandamiento, sin control.
No habré de ser burlón:
Yo no descubrí América con Cristóbal Colón.
Ni almirante fui ni tonto capirón.
Tengo de religioso
igual que de marciano.
Nunca estimé lo vano,
lo absurdo, miserable, lo engañoso,
el invento casposo.
Mi credo, si lo hubiera, es de este mundo,
lo sutil, lo innombrable, lo fecundo,
los bosques, los montes y los mares,
edenes sin altares.
¡Las hostias, ni de canto!..
Yo no luché por Cristo allá en Lepanto,
me horroriza ser santo.
Rindo a la inteligencia
mi verso, mis estrofas, mi canción.
Mi diosa irrefutable es la razón
bajo la gran licencia
de toda fantasía.
Odio la tiranía,
lo tosco, lo primario, lo vulgar,
el holgar por holgar.
Lo digo sin vergüenza y lo subrayo:
no defendí Madrid el 2 de Mayo,
antes hubiera quedado herido por un rayo.
El Cid Campeador
me hace vomitar,
como todo héroe que lo fue por matar.
Por preferir, prefiero al mismo Maldoror.
No soporto el hedor
de las masas cerriles, manipuladas;
me provocan arcadas.
Yo ando con Blanco White y el abate Marchena
y, en sueños, voy a Troya para salvar a Helena;
a Burdeos para charlar con Goya, a pesar de su mal.
Junto a Miguel Hernández, yo morí en un penal,
cercado por sus versos en la España abismal.
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