EXPANSIONISMO AMARILLO
- Javier Figuero
- 8 dic 2018
- 1 Min. de lectura
He perdido el tren, absorto ante el grafiti
que veo en la pared de un edificio urbano
cercano a la estación,
el que yo mismo he escrito poco antes
en el amparo del amanecer:
“Estoy hasta los huevos”, leo ahí, “de que
el jamón de Jabugo se lo coman los chinos”.
Y es que, amor, rememoro aún las noches en que,
cada cópula, nos la premiábamos en tu cama
con unas lascas de eso y unas copas de amontillado.
Temeroso del expansionismo consumista amarillo,
he querido conseguir cien gramos en el mercado negro
para llevarlo hasta tu casa de la España profunda,
pero, el que me ofrecían, no estaba bien curado.
Créeme, amor, yo soy un hombre solidario
y valoro tu amplitud de miras cuando distingues
por igual al fondista subsahariano, al indito
boliviano, al hooligan ucranio o a mí mismo,
entre otros hombres que te alegramos la vida.
Pero, tu última experiencia con el acupunturista
pekinés de la aldea, encendió mis alarmas.
Al parecer, fue inevitable que me evocaras
cuando, después de amarte,
te ofreció esos canapés del embutido
que prefieres y me citas en tu WhatsApp.
¡No hay quien los pare!.. Ni los muros de hormigón, las
alambradas con concertinas ni las tasas a la importación.
El mundo cambia a una velocidad que no controlo.
Y, si el cura de la parroquia vuelve a traerme este año
la hucha de cabeza de chino para la cuestación del
Domund, lo mando, sin más, a tomar por el culo.
© Javier Figuero
facebook.com/javier.figuero.autor/
Foto: © teomoreno.com
facebook.com/teodosio.moreno.fotografo/

Comments