DIARIO DEL AÑO DE LA PESTE
- Javier Figuero
- 27 mar 2020
- 3 Min. de lectura
– Muy a pesar de que era primavera y de que el clima se acomodaba a la estación, ella vestía un chubasquero encapuchado azul hasta los pies, mientras adornaba una buena parte de su cara con una deliciosa mascarilla verde y, la que le quedaba libre, con unas enormes gafas negras. Por mi parte, vestía un chubasquero encapuchado azul hasta los pies, mientras adornaba una buena parte de mi cara con una deliciosa mascarilla verde y, la que me quedaba libre, con unas enormes gafas negras. Fue un flechazo a simple vista. A poco que dure el confinamiento, sé que volveremos “a vernos” en la tienda de comestibles del barrio. La flor se abre de nuevo paso por entre los adoquines.
-- Cuando se demostró que los altos dirigentes políticos eran inmunes al virus, los laboratorios sintetizaron una vacuna que copiaba su ADN y todos fuimos de pronto altos dirigentes, lo que se saludó como un gran paso de la Democracia.
-- Una de las razones que daba Valle-Inclán para explicar la pérdida de su brazo es que tuvo que comérselo junto con la esposa y los hijos, necesitados de algo que llevarse a la boca. Cuando en la escalada de la crisis se anuncia el endurecimiento de las medidas restrictivas que pudieran bloquear el país, busco en las 1080 recetas de Simone Ortega la que mejor pudiera combinar con el mío.
-- Cada noche le digo a Mari Pili que, en cuanto se levante la veda, lo primero que haré es ir a verla, porque ya no puedo aguantar las ganas. Más pragmática, ella pide tiempo para entonces, porque tendrá que teñirse, depilarse y hacerse un peeling facial. Quizá no me quiere lo suficiente. A veces me quedo ensimismado y me da por evocar el amor.
-- El Bosco y Brueghel pintaron al pez grande que se come al pequeño en un escenario de peste y de muerte y quiero pensar que ningún espectador habrá dudado jamás a la hora de interpretar la metáfora. Ahora vemos la avidez de China en el escenario mundial, preparada para disputar la carroña del mundo con EEUU; de los países del norte en el de Europa, de la Iglesia silente, del capitalismo insolidario y dan ganas de volver a El Prado para escudriñar de nuevo sus cuadros, por si los clarividentes artistas dejaron la pista del antídoto contra tanto egoísmo.
-- Blasco Ibáñez, que poseía una intuición incomparable para el negocio de la literatura, intuyó enseguida que la Gran Guerra era la oportunidad para hacerse rico y escribió en un santiamén ese gran coñazo de Los cuatro jinetes del Apocalipsis, que así le hizo, en efecto. Sé que esto del coronavirus ha puesto a trabajar a muchos creadores, ávidos con el posible negocio del dolor y que pronto nos asaltarán con obras que digan interpretar el que sufrimos. Yo también he visto la oportunidad, pero soy tan gilipollas que solo he conseguido hacer un haiku, que, aturdido por la vergüenza, he tirado a la papelera. Ah, y este Diario que nunca me hará rico.
– Incluso para dejaros un mensaje de optimismo, he tenido que recurrir a un clásico: “Tal fue la dicha del pueblo, que la vida parecía salir de la tumba. En el exceso de su júbilo, la gente hizo cosas tan extravagantes como las que había hecho en la angustia de su dolor” (del “Diario del año de la peste” de Daniel Defoe. 1722).
© Javier Figuero
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