LA INSOPORTABLE LEVEDAD DE MI SER
- Javier Figuero
- 5 abr 2020
- 3 Min. de lectura
– Me llama la propietaria de un local cercano a casa donde antiguamente (antes del confinamiento) solía tomar un vino blanco frío de aperitivo y un café expresso calentito después de comer, de modo que me sentía Joyce por la mañana y Fellini luego. Pudiera verse obligada a cerrar el negocio definitivamente, el alquiler ahoga su voluntad y la recuperación de la clientela le resulta incierta. “¿Qué será de mí?”, me pregunto al acabar la conversación, mientras mascullo a Sabina entre dientes: “Que no te duerman con cuentos de hadas / Que no te cierren el bar de la esquina...”.
– Coincidí con Aute en una Asociación por la República sin excesivo aliento allá por 1974, cuando Franco estaba dando paseos por las habitaciones privadas del Pardo cantando el himno de la Legión por prescripción de sus facultativos. Entre otros, nos juntábamos en un piso próximo a la Plaza de París en Madrid con el periodista y cantante satírico Moncho Alpuente y el escritor Andrés Sorel. Da un poco vértigo saber que los tres que cito han muerto. ¡Y la Monarquía donde la dejó Franco, al cuidado de sus facultativos!
– En pleno confinamiento, bajo y subo los seis pisos de mi casa un par de veces al día, ciento veinte escalones cada vez, veintidós centímetros de altura cada uno, un metro y cincuenta y dos de longitud. La puerta de servicio del tercero B tiene una ligera rayadura en la parte derecha a la altura de mis soleos; el felpudo de la del quinto A se deshilacha ligeramente por la arista corta cercana al montacargas… Seguid mis consejos: haced ejercicio, mantienes el peso y te evitas manías, riesgos habituales en los encierros.
– Luna, una amiga mexicana que la vida me regaló hace unos meses, me ha comunicado por WhatsApp que se va a vivir con su novio. Yo siempre le dije que lo nuestro era imposible, dada la diferencia de edad, pero ella insistía en que la edad es “una construcción mental”. También me da razones de su madre y su abuela; la primera, separada; esta, viuda. Luna es una chica estupenda.
– Me comunican de mi editorial que se ha ralentizado la venta de mi libro de poemas “Tú, yo y la bruma”, porque la distribución se ha visto también afectado por las medidas de reclusión contra la pandemia. No quieren que me venga abajo, todo se va a normalizar enseguida, miles de seguidores llaman cada día para mostrar sus ansias de hacerse con el poemario. En el peor de los casos, seré un poeta maldito, uno de mis sueños de adolescencia.
– Conocemos el número de trabajadores sanitarios infectados, de miembros de los ejércitos y de las fuerzas de seguridad colonizados por el virus en las diferentes administraciones, pero no sabemos si hay curas o religiosos afectados. Me viene a la cabeza la película “Molokai, la isla maldita” sobre un misionero belga en una isla de leprosos, que vi de niño. Ya no ponen esas películas de ciencia ficción.
– En mi supermercado de proximidad no reciben los frascos de cristal con pimientos morrones que tanto me gustan. Los cenaba a veces con una lata de bonito del norte frito en escabeche y una cerveza sin alcohol. La nostalgia es una consecuencia más de lo que está pasando, tengo la misma sensación que cuando me quitaron la teta. Pero en esto no voy a precisar, no quiero darle esa satisfacción, ¡el muy capullo..!
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