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UN POCO DE ROUGE

Coco Chanel aconsejaba a las mujeres que resolvieran sus tristezas ocasionales con un poco más de rouge y hoy, que alcanzo un grado de hartazgo preocupante entre tanta mascarilla, daría lo imposible por llegar a unos labios con un poco de rouge. Los besos con carmín son mucho más que eso, dejan huella del recorrido, te manchan la camisa, te comprometen, son placebos, te succionan el entendimiento, son diplomas de salud sin que lo fueran. Se sabe que en Babilonia las mujeres tintaban de rojo sus labios con una mezcla de bromo, yodo y alheña para ofrecérselos a los que querían morir amándolas; sociedad de la era precristiana que acompleja a la nuestra, incapaz aún de resolver el derecho de sus individuos a la muerte asistida. La “femme fatale” no es una invención de Hollywood; la civilización es incluso anterior a Marilyn Monroe, aunque cueste aceptarlo.


No descarto que penséis que escribo al dictado de las grandes empresas de la cosmética, pero tampoco es lo peor que me podríais decir. Son la base en que se sustentan las grandes firmas del lujo y, ahora que somos definitivamente pobres, se me antoja el mejor momento para reivindicar el lujo. Claro que soy partidario del “ingreso mínimo vital” para que “nadie se quede atrás”, que dicen desde el poder, pero abogo por completarlo con un “ingreso mínimo para el lujo”, porque corremos el peligro de hacer seres envidiosos que solo piensen en tener una casa en Galapagar.

Echo de menos a Coco Chanel, quizá tuviera también una receta para mi tristeza de hoy, no era una de esas feminazis que capaba a los hombres por serlo. Las cifras de los especialistas hablan de una caída del veinte por ciento de la cosmética labial en los últimos tres meses en la Unión Europea. Culpa de las mascarillas. Hasta la aparición del virus, el “Lipstick Index” (índice de barras de labios) era una indicador en Occidente para medir el grado de satisfacción social, incluso en épocas de austeridad. Algoritmo de un lujo asequible que, en esta colectividad derrotada, cede su lugar al “Toilet Paper Index” (índice de papel higiénico), del que no espero mejores satisfacciones sociales.


No negaré los planes de Sánchez para afrontar las enormes dificultades de la economía patria o de la UE para remendar las nuevas costuras del Sur de Europa o de los países latinoamericanos para superar los defaults, pero quizá no baste con los ERTES, la movilización de capitales a fondo perdido o las renegociaciones de la deuda. Durante la Guerra Mundial, el gobierno de EEUU puso en marcha la campaña “Beauty as Duty” (la belleza como deber) para que las mujeres no descuidarán su imagen y dieran apariencia de normalidad a la ciudadanía. Patriotas como eran, Elizabeth Arden y Helena Rubinstein lanzaron líneas de belleza al servicio del plan.


Cansado de oírselo decir a quienes me gobiernan, yo también estoy ahora en guerra. Creo que alguien debería hacer algo por mí, estoy deseando llegar a unos labios con un poco de rouge. ¿Es mucho pedir? La verdad, ya no tengo edad para correr detrás de las deportistas, las únicas que muestran los suyos en la gratificante fugacidad de su trote.


© Javier Figuero

facebook.com/javier.figuero.autor/

Foto: © facebook.com/Teo.Moreno.fotografo/ https://teomoreno.wixsite.com/fotografo

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