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MÉDICOS DE LA MUERTE

No creo pecar de ingenuo al exigir la publicación de los servicios de la Sanidad pública utilizados por los políticos y por sus familiares infectados por coronavirus durante el estado de alarma. Por supuesto, me refiero a los políticos de gobierno y oposición, remunerados por la sociedad por desempeño de cargo público y susceptibles, en principio, de disfrutar de privilegios. Nada que pudiera incomodarlos, pues sabido es que los aludidos están siempre deseando mostrar la transparencia de su gestión ante la ciudadanía. Para entendernos, igual que las grandes fortunas están “deseando” pagar más impuestos para hacer un ejercicio de “patriotismo fiscal”. Que esto último lo diga Pablo Iglesias, que es vicepresidente segundo del gobierno, y que aquello lo diga Javier Figuero, que soy yo, no cambia las cosas. Este, o sea, Figuero, también diría lo de Iglesias y no dudo que aquel, o sea, Iglesias, también diría lo de Figuero.

A la hora de denunciar las lacras sociales, mujeres y hombres de bien somos en realidad uno. El vicepresidente habla con mi voz cuando denuncia el macabro comportamiento de determinadas autoridades sanitarias que administraron a su riesgo las cotas de muerte durante la pandemia. Mengele(s) de ese campo de concentración en que nos cercó el virus y que decidieron por su cuenta la edad a partir de la cual los afectados irían a la hoguera y los dependientes que deberían acompañarlos. Aquí hay sospecha de “crimen” y ninguna otra palabra sirve para el cargo. El asunto no puede acabar en las barras de los bares con la Fase 3 de la desescalada, esto es carne de juzgado y la Abogacía del Estado, la Guardia Civil y la Fiscalía del Estado habrán de estar a la altura con sus informes para que esta sociedad no salga aun más envilecida de tan dramática experiencia.


El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, y yo, Javier Figuero, creemos en la Justicia, no hay más que vernos; bueno, o que oírnos o que leernos. Cada uno con su responsabilidad, ponemos el pedrusco o el granito de arena que nos corresponde para que “la nueva normalidad” sea una realidad incontestable. Queremos los nombres de esos políticos que, por acción u omisión, se erigieron en médicos nazis de la muerte durante la peste, y estoy convencido de interpretar que es este un deseo colectivo. Y, siempre con el loable afán de aislarlos aún más, queremos saber que nadie gozó de privilegios frente a los demás a la hora de beneficiarse de los recursos sanitarios que la sociedad se ha dado a sí misma para disfrute de todos en igualdad. Insisto por ello: No creo pecar de ingenuo al exigir la publicación de los servicios de la Sanidad pública utilizados por los políticos infectados por coronavirus y por sus familiares durante el estado de alarma.


Lo sé, nadie verá insidia o sospecha en mis palabras. Estamos convocados a una sociedad limpia a un baile de debutantes al que habremos de ir vestidos con el color de la pureza. Porque los elegimos entre todos, sea cual sea su ideario, cuando pienso en los políticos que me representan, los veo vestidos de blanco inmaculado, puros como adolescentes, no entendería en que otro estado ejercerían con tanta entrega la vocación de lo público.


Oigo sonar el vals… principia la nueva fiesta. Así da gusto bailar con ellos.

© Javier Figuero

facebook.com/javier.figuero.autor/

Foto: © facebook.com/Teo.Moreno.fotografo/

https://teomoreno.wixsite.com/fotografo

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