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DEL DINERO

Quise enfrentarme a la verdad, contrastar con mi propia incapacidad la estrategia de Jeff Bezos para adelantarme en la carrera de la fortuna. Sí, hablo de ese tipo, cuya empresa, Amazon, empezó a funcionar en 1995 y hoy vale en Bolsa 1’3 billones de euros, monto superior al PIB de muchos países. No lo esconderé, me puse a leer Crea & Divaga, donde el americano desvela sus recetas para triunfar en los negocios. Ir de Groucho por la vida tenía consecuencias; partiendo de la nada, mi insignificancia era ya meridiana.

Dos recetas de Bezos: pensar en el largo plazo y en el aumento del beneficio operativo… Os echo una mano: el largo plazo refiere en economía a un tiempo superior al ciclo de explotación, concepto que, como el segundo, sería antónimo de lo “inmediato”, precisamente uno de mis términos favoritos, razón del placer sensorial y de mi idea del bienestar. Sé que os sonará ridículo (él tiene algunos seguidores más en las redes sociales), pero siento que tengo algo que decir. Guardo fe en la humanidad, la gente dará la espalda a los gurús del capitalismo rabioso para abrazar los mensajes hedonistas de Arístipo, Epicuro, Hobbes, Spencer, Locke, Hume o Javier Figuero, cuyas recetas no precisan prontuarios: la felicidad del hombre es el placer táctil compatible con la libertad del espíritu, resultado este de su cultura. Bezos no habla de piel ni de espíritu ni de cultura; cosas de perdedores.


El empresario pide a sus empleados que se levanten cada mañana “atemorizados” de los clientes y, cuando estos les recriminan porque han “hecho algo mal”, conmina a los suyos a realizar “un estudio del caso para que, detectada la raíz del problema, lo solucionen de verdad”. Pues bien, llegados aquí, el asunto deja de tener gracia, todo el mundo sabe que del miedo derivan efectos fisiológicos negativos: aumento de la presión arterial, del metabolismo celular, de la glucosa en sangre; que resiente el sistema inmunitario, el sexual, la coagulación sanguínea, la visión, el latir del corazón; que arruga la cara; en pocas palabras: te deja hecho un asco, posible razón por la cual los repartidores de Amazón abandonan el paquete a la puerta de casa; no es por cumplir antes con la siguiente entrega, es que les da vergüenza que los veas … No es extraño que la alcaldesa de París pidiera a sus conciudadanos que no utilicen sus servicios. Frente a EEUU, donde el tamaño importa, y quizá solo eso, Francia y yo vivimos en idilio con la estética. En cuanto a la resolución de los problemas, ya aclaro el matemático G. H. Wheatley que eso es “lo que haces cuando no sabes que hacer”.


El gran consejo de Bezos para quienes busquen papel en el mercado capitalista es que no basta con ser uno de los mejores, que hay que querer ser el mejor, ocurrencia que huele a América, como el kétchup. En la cultura laboral, ser el mejor supone compromiso, idea que yo solo he logrado desarrollar en la intimidad; y aun así. El trabajador modelo llega temprano al trabajo, es disciplinado, se esfuerza por alcanzar los objetivos marcados sin consideración del tiempo empleado, es el soldado de la sociedad estratificada. Los chinos saben mucho de eso, no es extraño que tienten el cetro del imperialismo económico mundial. Por dejar una pista, el kétchup tiene su origen en el ketsiap, una salsa picante con que los naturales del país asiático acompañan el pescado desde siglos atrás.


Yo también necesitaría algo picante para quitarme el sabor de boca que me deja el libro de Bezos. Groucho sería una posibilidad para considerar, bien sabéis de su magisterio económico: “Hay muchas cosas en la vida más importantes que el dinero, ¡pero cuestan tanto!”, escribió. Frase para sacarla partido, lo que haría con gusto. El problema es que estoy esperando un paquete de Amazon.


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Foto: © facebook.com/Teo.Moreno.fotografo/

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