LIDERAZGO

Es imposible no abandonar de inmediato cualquier otra cosa que pudieras estar haciendo para leer un artículo introducido con este atractivo titular: “Lecciones aprendidas de la desescalada: un análisis de países y regiones de Asia-Pacífico y Europa”. Lo acaba de publicar la revista científica The Lancet y todos los medios en España lo dan eco. Y es que el equipo de especialistas que lo firma escogió el nuestro con otros ocho países para comparar estrategias ante la pandemia. Los comentarios refieren a las consecuencias prácticas del estudio, de donde cabe sacar enseñanzas inmediatas para mejorar nuestra penosa situación, lo que no dudo que ponderarán los brillantes dirigentes que nos guían. A mí me seduce una consideración que ya no devolverá la vida a nuestros muertos ni curará a los afectados, pero que “también” explica que lo fueran o lo son; no es poco.

Hablan los autores de la importancia del liderazgo político en la extensión del mal y merece señalar que, entre las naciones estudiadas, figura Nueva Zelanda, dicho lo cual os animo a rastrear el altísimo grado de aceptación que entre sus gobernados tiene la primera ministra, Jacinta Ardern, quien, hace solo tres años, cuando resultó elegida para el cargo, fue la jefa de gobierno más joven del mundo en asumirlo. De los niveles de aceptación de los políticos en España tampoco os será difícil actualizar datos; a derecha e izquierda, a un lado u otro, oposición y dirigentes, sin que importe demasiado que en la búsqueda tropezaseis con los que sirve Tezanos a los suyos en las bandejas de plata de las encuestas del CIS. Decididas las medidas de actuación ante el covic, parece que los neozelandeses han dado crédito a su ejecutivo con resultados notables. No hace falta explicitar la comparación, ridiculizar el ridículo es aburrido. Decía el estadista británico Joseph Chamberlain que “es inútil sonar el clarín para dar la carga, si al volver la vista en torno vemos que nadie nos sigue”. La policía, el ejercito vigilando las calles para hacer cumplir unas normas de las que mañana se arrepienten los que las dieron, las que emite un poder y desacredita el otro, las que transmiten los que antes se equivocaron… Esa es la carga, pero ¿quiénes la siguen? ... ¿Alguien, desde donde corresponde, se ha preguntado por qué son “insolidarios” los que lo son?

Voy a ser original: vivimos un momento difícil… Tanto que son ya demasiados los que no viven. Y lo que viene no será mejor, según el artículo de The Lancet. Los autores deslizan una advertencia que no conviene desdeñar por obvia; tras la crisis provocada por el bicho, vendrá otra económica y otra social que también serán terribles, aunque ya lo son. A algunos de nuestros dirigentes les cogerán aplaudiendo los grandes éxitos del mandamás a la entrada de los consejos de ministros; a otros, con el moño, puesto, aun desangrados de votos donde fueron requeridos; a aquellos, con los ojos tapados por la ciénaga de la corrupción que les salpica; a los de allí, con los pins de la banderas patrias prendidas hasta en el culo; los de allá, apretándose el cuello con lacitos amarillos. “Liderazgo”, argumentan los científicos en el trabajo que gloso, y que nadie sea tan pueril para apartar el concepto del ámbito moral.

Precisamente, por el cuestionamiento moral que venía haciendo de los políticos ingleses, Lord Byron hubo de llegar en sus días a un lance judicial. Fue allí cuando decidió componer un epitafio para el día que muriera su perro. Me ha dado ahora por ocuparme de lo mismo. Cuando las generaciones futuras aprecien mi composición, no quisiera que les pasara desapercibida la gran contribución a la misma de los políticos que la motivaron. Aunque, ¡ahora que caigo! ¡El caso es que no tengo perro!

© Javier Figuero ( javierfiguero.com )

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