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TE OFREZCO MIS MANOS

Como me gusta razonar sobre la actualidad, mi mente se entretiene en relacionar las caricias que Monica Lewinski dedicara en su día a Bill Clinton en el despacho oval de la Casa Blanca y la que le obsequiara Yolanda Díaz a Pedro Sánchez en Trujillo, hace apenas unos días. El ahora de aquella viene de la mano de un nuevo documental sobre el efecto del juicio popular en la reputación de las personas, asunto que le victimizó antes de devenir en productora del espacio. El de esta es tan próxima como la reciente cumbre hispanoportuguesa, a la que acudió como ministra de Trabajo de España. Soy consciente de que la relación que hace mi cerebro entre ambas mujeres está perturbada por las abismales diferencias en los logros aparentes de sus gestos, pero es una obviedad filosófica que la contrastación de casos particulares pueden facilitar consecuencias fiables, método que Piaget, padre de la epistemología genética, consideraba típicamente adulto (con temas así, o apelas al conocimiento o te la lían). Porque el gesto común existe y se llama “caricia”, lo que la RAE considera demostración amorosa que consiste en “rozar suavemente con la mano el cuerpo de una persona”, sin que haya indicación a la parte o compensación y característica de fluido o exudación. Y llego hasta aquí sin ánimo de cuestionar reputaciones o provocar impeachments, como se pudiera pensar. Por el contrario, con el sabio citado, sostengo que acariciar y ser acariciado repercute en el bienestar y el equilibrio y enfatizo por mi cuenta la importancia que para todos tiene el bienestar y el equilibrio de los políticos. Vivimos en una sociedad bulímica donde se oyen los gritos necesitados de nuestro cuerpo, que no termina de renunciar al encuentro íntimo con el otro. Quizá sea consecuencia también del cambio climático, pero las relaciones interpersonales se hacen cada vez más agresivas y las de los políticos son un epítome luctuoso de las mismas por las consecuencias a que nos llevan. La respuesta, una vez más, está en nuestras manos, nunca mejor dicho, y las de Lewinski y Díaz nos marcan el camino. No es por presumir, pero, cuando me pongo a contemplar los huesos sesamoideos de las mías, me siento capaz de prestar todavía un cierto servicio a la sociedad.

© Javier Figuero ( javierfiguero.com )



Foto: © strip-tease parcial con adorno del autor

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